martes, 15 de enero de 2013

  
                                  Hall de exposiciones del edificio Ugt de Madrid.
                                  Enero 2013. Exposición individual.






Ciudad de Sombras  plantea mirar a la ciudad como un espacio productor de sentido, un lugar donde la sombra es una opción estética productora de emociones.
El proyecto se plantea como una forma más de narración contemporánea.
Ciudad de sombras no es una ciudad concreta. Es la ciudad como escenario. Proyecto abierto.

viernes, 4 de enero de 2013

LOS OLVIDADOS, proyecto de Carolina del Olmo


LOS OLVIDADOS es un homenaje a los árboles y a la fotografía analógica.

Ésta técnica se realiza desde hace más de un siglo utilizando película sensible (carrete) y se procesa en el cuarto oscuro y el laboratorio.

El proceso es manual y consiste en sacar la película a oscuras y revelarla con químicos para que la imagen impresa en el negativo se haga visible.
Después se positiva a partir del negativo con la acción de la luz sobre papel fotográfico (emulsionado con haluros de plata).
Cada fotografía lleva un tiempo de luz distinto; se realizan varias pruebas hasta conseguir la copia final.
Considero el analógico un método de trabajo apasionante.

Es así como durante décadas y, antes de la llegada del digital, la fotografía era una ecuación de luz, espacio y tiempo sobre una emulsión fotosensible.


Sobre los árboles, olvidamos lo que nos representan y nos dan ...
Oxígeno, sombra, belleza, fuerza, armonía, compañía, frescura ... hogar.
El proyecto reflexiona de manera poética sobre el papel de los árboles en nuestras vidas y todo lo que nos aportan sin darnos verdadera cuenta.
Árboles que se adaptan a su entorno, muchas veces olvidados por nosotros.

Este trabajo de 47 imágenes fue expuesto en el Centro Cultural Alfredo Kraus de Madrid en 2010.






martes, 1 de enero de 2013









El viento. O el oxígeno.







Sombras.





Soledad. O compañía.

Un árbol mudo y su sombra.





ARTE EFIMERO. Taller en el Matadero de Madrid, 2012

Acción de arte efímero por Carolina del Olmo.
Premisa personal : 'La fotografía es tan efímera como las hojas que caen de los árboles'.
He aqui la secuencia de fotografias que muestran la acción realizada, donde las hojas caen con las fotografías y se mezclan en el suelo.














Textos  y Sergio Larrain
Lo tome prestado de alguien que lo tomo prestado! Si alguien sabe quien lo escribió me gustaría que me lo hicieran saber. Gracias!

Por qué tomamos fotografías?

Para ayudar a la memoria y romper el tiempo. Para contar historias, nuestras historias. Para detener los segundos y nunca estar viejos. Para que nos recuerden cuando no estemos, o no seamos los mismos. Tomamos fotografías porque queremos trascender y vivir los mejores momentos por siempre. Queremos romper las leyes de la física, queremos aumentar el color, queremos ampliar el blanco y el negro, queremos desenfocarnos para enfocarnos.

Queremos usar filtros que deterioran la imagen, queremos que lo nuevo se vea viejo y lo viejo se vea nuevo. Queremos compartir con nuestra familia y amigos aquellos viajes a los que no fueron invitados, o las fotos de la fiesta a la que si fueron invitados. Queremos subir fotos en Twitter, en Facebook, en Instagram, en Flickr y en cuanta cosa inventen. Para ser las estrellas de rock en nuestras 15 fotografías de fama. Queremos compartir con el mundo lo que nuestros ojos ven.

Pero en este maravilloso proceso nos olvidamos de vivir el momento. Nos ocupamos más del recuerdo que perdurará en nuestros computadores o redes sociales, que el recuerdo que se creará en nuestra mente. No vivimos lo que vivimos, lo fotografiamos.

Vamos a un concierto y lo primero que sacamos es el teléfono, somos los zombies que se alimentan de imágenes que serán descargadas o subidas, pero raramente vistas. Es la inmediatez de la ultima foto que perdura en nuestras retinas pocos segundos. Y esto solo si tenemos la mínima organización de bajar, ver y subir la foto. Millones de veces, en todos los rincones del mundo, en miles de tarjetas de memoria, ocurre el absurdo acto de: bajo las fotos al cementerio del disco duro, no las miro, no las ordeno, no vivo el recuerdo de aquello que no viví por tomar fotos que alimentan de color a los silenciosos gigabytes del olvido.
RAW, JPG, Canon, Nikon, DSLR, megapixeles nos invaden la cabeza y nos creemos los mejores fotógrafos del universo porque tenemos (o queremos tener) la “mejor” cámara del mundo.

Pero lo que importa no es con que tomamos una fotografía, es la pasión y creatividad que ponemos al disparar lo que cuenta. No es la cámara, es el fotógrafo. Pero vamos más allá: si el fotógrafo es bueno, pero se encuentra enfermo de fotolocotomofilia, no vale de nada. Alguien que no vive antes de tomar una foto, nunca será el mejor fotógrafo del mundo.

Hay que detenerse y preguntarse: ¿Por qué tomamos fotografías?, es el inicio, es el momento. Puedes responder en los comentarios de este post y comenzar el cambio. Antes de ahogarnos en la era de la iPhoneografía.

Luego tenemos que crear nuestro código a lo Dexter y apegarnos al mismo. Hay que vencer a nuestro pasajero oscuro que quiere tomar 10.000 fotos en una semana.
Tenemos que tener claro cuántas fotografías podemos ordenar y procesar por día. Si podemos hacerlo con 100 fotos, eso es el máximo que deberíamos tomar.

Hay que decidirse por un programa para administrar fotos: iPhoto y Picassa van bien.

Hay que definir un sistema de almacenamiento local, y otro en Internet. Google+, Facebook o Flickr funcionan muy bien para esto.

Hay que crear un sistema de trabajo: bajar las fotos, abrir el programa de organización de fotos, seleccionar las mejores, editar las mejores, colocar el sitio en que fueron tomadas, subirlas a Internet, enviarlas por correo a la familia, imprimirlas.

De un viaje o evento especial hay que seleccionar fotos por día.

Hay que imprimir fotos de cada momento especial de tu vida.

Hay que borrar las fotos repetidas, o las malas, o las desenfocadas (si estas en la etapa enfocada de tu vida).


Cada año selecciona tu mejor foto y envíala a los concursos de fotografía.
No tomes fotos en conciertos. O toma 18 fotos y ya. Tienes que vivir la música y disfrutar que está en vivo. No tomes videos malos, y mediocres que nunca más vas a volver a ver en toda tu vida.

Cuando llegue al mundo tu hijo, tómale una foto, la primera, luego dale la cámara a algún primo enfermo de las fotos, y disfruta el momento. No todos los días llega al mundo alguien que te acompañará hasta tu muerte.

Compra una cámara que no pese mucho. Si eres un fotógrafo profesional o que se cree profesional compra dos cámaras, la Canon cara y pesada, y luego otra liviana y sin espejo, y sin un sensor Full Frame, pero que sea buena. Hay toda una generación de cámaras así naciendo en este momento (Olympus OMD, Sony NEX-7, Fujifilm X-Pro 1).

Busca a tus mejores amigos, viaja con ellos a un sitio, tómense una foto, una sola allí. Luego cada año repite lo mismo, que la fotografía sea una excusa para el viaje y la experiencia de compartir con ellos.
Dale un espacio a la fotografía en tu vida, pero no un espacio a la vida en tu fotografía.

Es cosa de detenernos a reflexionar un poco, de apagar los teléfonos, de vivir algunos días como si estuviéramos en el cine. ¿Quién toma fotos en el cine? Tenemos que hacer primero la película de nuestras experiencias en este mundo, en nuestros recuerdos, disfrutar hasta el tuétano de los momentos, y luego que el momento que vivimos nos embriague, incluir en ese disfrute mágico, ese click que a veces entorpece y que con un poco de inteligencia podría sumar un recuerdo o una imagen memorable.

Hay que relajarse, no todo se puede fotografiar.
 

Sergio Larrain o qué es la fotografía

 

Hace ya un tiempo Sergio Larrain, genial fotógrafo de la agencia Magnum, decidió escribir una carta a su sobrino Sebastián Donoso que, por aquel entonces (1982), estaba intentando dar sus primeros pasos en el mundo de la fotografía. Os transcribo la carta porque considero que es un buen reflejo de qué es o cómo veo yo la fotografía. Espero que os pueda ser útil.
“Miércoles. Lo primero de todo es tener una máquina que a uno le guste, la que más le guste a uno, porque se trata de estar contento con el cuerpo, con lo que uno tiene en las manos y el instrumento es clave para el que hace un oficio, y que sea el mínimo, lo indispensable y nada más. Segundo, tener una ampliadora a su gusto, la más rica y simple posible (en 35 mm. la más chica que fabrica LEITZ es la mejor, te dura para toda la vida).
El juego es partir a la aventura, como un velero, soltar velas. Ir a Valparaiso, o a Chiloé, por las calles todo el día, vagar y vagar por partes desconocidas, y sentarse cuando uno está cansado bajo un árbol, comprar un plátano o unos panes y así tomar un tren, ir a una parte que a uno le tinque, y mirar, dibujar también, y mirar. Salirse del mundo conocido, entrar en lo que nunca has visto, DEJARSE LLEVAR por el gusto, mucho ir de una parte a otra, por donde te vaya tincando. De a poco vas encontrando cosas y te van viniendo imágenes, como apariciones las tomas.
Luego que has vuelto a la casa, revelas, copias y empiezas a mirar lo que has pescado, todos los peces, y los pones con su scotch al muro, los copias en hojitas tamaño postal y los miras. Después empiezas a jugar con las L, a buscar cortes, a encuadrar, y vas aprendiendo composición, geometría. Van encuadrando perfecto con las L y amplias lo que has encuadrado y lo dejas en la pared. Así vas mirando, para ir viendo. Cuando se te hace seguro que una foto es mala, al canasto al tiro. La mejor las subes un poco más alto en la pared, al final guardas las buenas y nada más (guardar lo mediocre te estanca en lo mediocre). En el tope nada más lo que se guarda, todo lo demás se bota, porque uno carga en la psiquis todo lo que retiene.
Luego haces gimnasia, te entretienes en otras cosas y no te preocupas más. Empiezas a mirar el trabajo de otros fotógrafos y a buscar lo bueno en todo lo que encuentres: libros, revistas, etc. y sacas lo mejor, y si puedes recortar, sacas lo bueno y lo vas pegando en la pared al lado de lo tuyo, y si no puedes recortar, abres el libro o las revistas en las páginas de las cosas buenas y lo dejas abierto en exposición. Luego lo dejas semanas, meses, mientras te dé, uno se demora mucho en ver, pero poco a poco se te va entregando el secreto y vas viendo lo que es bueno y la profundidad de cada cosa.
Sigues viviendo tranquilo, dibujas un poco, sales a pasear y nunca fuerces la salida a tomar fotos, por que se pierde la poesía, la vida que ello tiene se enferma, es como forzar el amor o la amistad, no se puede. Cuando te vuelva a nacer, puede partir en otro viaje, otro vagabundeo: a Puerto Aguirre, puedes bajar el Baker a caballo hasta los ventisqueros desde Aysén; Valparaiso siempre es una maravilla, es perderse en la magia, perderse unos días dándose vueltas por los cerros y calles y durmiendo en el saco de dormir en algún lado en la noche, y muy metido en la realidad, como nadando bajo el agua, que nada te distrae, nada convencional. Te dejas llevar por las alpargatas lentito, como si estuvieras curado por el gusto de mirar, canturreando, y lo que vaya apareciendo lo vas fotografiando ya con más cuidado, algo has aprendido a componer y recortar, ya lo haces con la máquina, y así se sigue, se llena de peces la carreta y vuelves a casa. Aprendes foco, diafragma, primer plano, saturación, velocidad, etc. aprendes a jugar con la máquina y sus posibilidades, y vas juntando poesía (lo tuyo y lo de otros), toma todo lo bueno que encuentres, bueno de los otros. Hazte una colección de cosas óptimas, un museito en una carpeta.
Sigue lo que es tu gusto y nada más. No le creas más que a tu gusto, tu eres la vida y la vida es la que se escoge. Lo que no te guste a ti, no lo veas, no sirve. Tu eres el único criterio, pero ve de todos los demás. Vas aprendiendo, cuando tengas una foto realmente buena, las amplias, haces una pequeña exposición o un librito, lo mandas a empastar y con eso vas estableciendo un piso, al mostrarla te ubicas de lo que son, según lo veas frente a los demás, ahí lo sientes. Hacer una exposición es dar algo, como dar de comer, es bueno para los demás que se les muestre algo hecho con trabajo y gusto. No es lucirse uno, hace bien, es sano para todos y a ti te hace bien porque te va chequeando.
Bueno, con esto tienes para comenzar. Es mucho vagabundeo, estar sentado debajo de un árbol en cualquier parte. Es un andar solo por el universo. Uno nuevamente empieza a mirar, el mundo convencional te pone un biombo, hay que salir de él durante el período de fotografía.”